Querido:

Cada carta tuya que recibo y cada misiva que envío, aunque dejan ver que nuestro amor está vivo, al estar llena de recriminaciones del pasado, nos llena de dudas y temores. Me duele tanto y me desconcierta que manifiestes sentirte cruelmente castigado. No me reproches el temor que tengo de fallarte, efectivamente me siento tensa, insegura y débil. ¡Contradictorio!, ¿no es así? Pero es inevitable estar viviendo este torbellino de emociones, en el que la distancia y nuestros deberes nos han metido.

No he podido manejar la tensión, por eso te he pedido ayuda. Reconozco que me la has brindado, pero, ¿entonces por qué persisten sombras y vacíos entre nosotros? No creo que la solución sea alejarme del trabajo y declararme libre de toda responsabilidad para vencer mi debilidad como me sugieres. ¡No! El trabajo es muy duro, pero creo que a la vez me permite sentir que soy yo misma. ¡Cierto!, requiere mucha atención y tiempo, tal vez me desgaste demasiado, pero el tener un producto terminado me hace sentir útil, productiva, me sumerge en otro mundo donde sé que puedo y debo hacerlo bien.

Cuando admites y repites que me amas, no lo hagas maldiciendo, no te lo reproches. Ambos perdemos el rumbo ante la distancia; tanto nos pensamos que no dejan de ser ambivalentes y contradictorios esos pensamientos que nos generan diversas sensaciones y emociones.

Hoy tengo claro que te amo, que debemos reinterpretar nuestro pasado. Anhelo que nuestras miradas se reencuentren, que nuestros corazones se fundan para liberar nuestros demonios y fantasmas y que fluya como manantial nuestro amor con tal fuerza que nos permita despejar las dudas, superar obstáculos y alcanzar la plenitud.

Siempre tuya,

Martha Estela Mandujano Valdez

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